viernes, 18 de marzo de 2016

Una noche del Festival de la Toronja(II)


A continuación les damos la bienvenida para el segundo capítulo de nuestra serie sobre Una noche del  Festival  de la Toronja, que se ha convertido en uno de los temas más leídos del blog El Cubano, que relata la batalla juvenil entre los estudiantes congoleses y la alianza conformada por los estudiantes saharauis y yemenitas. Afortunadamente, yo fui uno de los actores de ese episodio y estoy aquí para contarle en un estilo romántico de tres capítulos.



La Fiesta de la Toronja

Nueva Gerona, Isla de la Juventud(Cuba).

Cuando llegamos al parque central de Nueva-Gerona, la capital de la Isla de la Juventud, las luces estaban más encendidas que nunca. Era la noche de clausura, asi que las calles estaban llenas de gentes, cubanos, estudiantes extranjeros, turistas y una buena presencia policial. El ambiente estaba para la fiesta con los interminables desfiles de carrozas, comparsas e iniciativas novedosas en torno a la cultura cubana y a todos los ingredientes que la conforman.


Había ferias de todo tipo, se vendía pan con lechón, dulces y panes de gloria. Las pipas de cervezas no podían faltar. Vivíamos en una época donde los cubanos tenían un estilo vestimentario de los norteamericanos de la década de los 50. Los hombres dejaban crecer muchos pelos y la barba, sobretodo los negros y los mulatos. Más uno era pelu, más era macho. Ellos usaban muchos pantalones de tela elástica, apretada, que se abría en la parte inferior como las patas de elefante. Las mujeres también se vestían igual, pero siempre con su toque de erotismo criollo. 


La chapea diaria en el campo nos ayudó a desarollar habilidades con el manejo del machete.
  
Las cubanas de esos tiempos eran locas y sexy de verdad. Pero como uno se divertía mucho con ellas, por sus formas sencillas de ser. Años más tarde, en la mitad de los 90, la vida en Cuba iba de mal en peor y se empezaba a notar las diferencias sociales entre los ciudadanos cubanos. También se empezaba a notar cambios en sus actitudes con respeto a nosotros los estudiantes extranjeros. Hablaban mal de nosotros, nos trataban mal. Muchos decían que nosotros (los extranjeros) éramos parte del fracaso del sistema económico de la política de Fidel.

En cuanto a la noche de la Toronja, yo empezaba a sentir un poco de nerviosismo. Yo era todavía un adolescente; pero yo estaba consciente de los riesgos que llevaban los pleitos de grupos. Me puse a pensar en mi familia que siempre estaba pendiente de mi desde Congo. Durante las vacaciones 88, mi padre me aconsejó justo antes de regresar. Me dijo lo siguiente: 

"Hijo, vete a estudiar y no temas nada. ¡Puse todos mis diablos a tu disposición para protegerte! "... 

Sigue:" Ndzobi (una brujería local) está contigo para preservar tus estudios y tu salud. El cubano que te toque un solo pelo, solo fuego verá y su familia pagará por eso ".

Adolescentes congoleses de la escuela 48.
Me dio una botella de plástico de 2 litros llena de un líquido rojo que olía muy fuerte. Era el olor de una mezcla de yuca fermentada con una planta amarga que llamamos Congo Bololo. Ese líquido olía peste pero yo tenía que soportarlo porque era mi protección en Cuba. Cada vez que yo salía de la escuela, yo lo usaba en pequeñas cantidades como un perfume.  

Nosotros salíamos de África para Cuba a muy tempranas edades (entre 11 y 15 años), solos acompañados por unos profesores docentes para cuidarnos en Cuba. Para entonces, nuestras familias tomaban decisiones muy delicadas y difíciles de punto de vista emocional. La brujería pasaba a ser entonces el único lazo espiritual que nos unía con nuestras familias y también una herramienta eficiente para darnos ánimos. Yo le creía tanto a esa brujería que me la guardé celosamente hasta que se agotó por completo en 1995 cuando yo estaba en la universidad. Yo no sé si fue solo por suerte o por las santerías de mi papá que yo pude salir sano de este país tan difícil durante 14 años.

El Esbec 48, vista de entrada.

La Cuba de esa época era la Cuba de las tarjetas postales, donde el color del mar Caribe se dejaba ver de lejos entre las matas de palmas. Parecía un paraíso de mujeres hermosas que no se enamoraban por interés, sino por amor puro. Era un mundo donde no existía violencia ni droga. Cuba parecía ser ese paraíso donde los recesos  escolares de 30 minutos eran para disfrutar de yogur y ricos dulces llamados masan reales, antes de regresar a las aulas. Se creía que Cuba era el paraíso de los servicios públicos gratuitos, donde uno vivía feliz sin preocuparse de las facturas de agua o de alquiler de viviendas porque lo pagaba el socialismo. 
Pero, ¡Eso era mentira!

Los típicos congoleses de Cuba eran grandotes y verdaderos atletas que le gustaban mucho jugar al fútbol. No le temían al desafío.
Aquí era la cancha de fútbol del Instituto superior politécnico de las ingenerías de La Habana (CUJUAE), listos para defender los colores del Congo, pero en el fútbol esta vez.

En Cuba se vivía duro y había que luchar por la vida. Se pasaba mucha hambre, incluso antes del famoso periodo especial de los años 90. Es cierto que no existen bandas criminales como en otros países latinos, pero en las calles y en los barrios marginales existe una cultura de intolerancia increíble. Es una sociedad machista donde los hombres viven en una especie de competencia permanente. He visto a gente asesinada por una mala mirada, por mirar a la mujer de otro, por una cadena de oro o por un partido de béisbol... Las gentes salen del trabajo y llegando a casa tienen que pensar cómo resolver los problemas de la falta de productos básicos. El estrés provocado por el calor, la dureza de la vida y el comunismo llevaba la gente a enfadarse por una bobería y se mataban entre ellos con cuchillos y machetes.

Un muchacho de Ghana que cursaba medicinas fue asesinado en Santa Clara por oponerse a un atraco de bicicleta. Muchos estudiantes angolanos fueron asesinados en Cuba. Los angolanos sumaron tantos muertes que nosotros le decíamos "cucarachas", por no andar con cuidado en la peligrosa calle cubana.

Los angolanos de la escuela secundaria # 50 a la hora del almuerzo.
En 1996, yo me había peleado con un chofer de omnibus de Santa Clara. Rápidamente el conductor se fue a coger un machete debajo de su asiento y me fui corriendo. Me persiguió mientras la multitud le gritaba que no, en la corrida tropecé con una losa mal colocada en la acera y me caí violentamente sobre el cemento pavimentado.
Una mujer caminaba con su hija cerquita y me gritó:"¡Muchacho, párate rápido que este loco te va a matar!" A pesar del impacto de la caída, percibí la voz de esta señora como la de mi mamá en los mareos. Cuando miré para adelante, mi agresor estaba a unos 6 metros y al mismo tiempo un desconocido que estaba con su bicicleta en el otro lado de la calle me lanzó la bomba de aire de su bicicleta. La bomba me cayó directamente a la altura de mi abdomen como un ángel.

La antigua escuela de los guineanos de Bisáu(Esbec # 42) ahora tragada por la naturaleza.
  
Sin hesitaciones, agarré la bomba de aire y la tiré con fuerza sobre la cara de ese loco. Su intento de esquivar la bomba detuvo brevemente su carrera y me dio una fracción de segundo para levantarme y escapar. Yo era demasiado rápido para ese gordo. Nunca supe quién, de mi brujería, de la bomba de aire del desconocido o de mis reflejos de futbolista, me salvó la vida ese día. Meses después nos encontramos en su autobús y era más relajado. Nos reímos, nos abrazamos e hicimos las paces.

Una parada de omnibús de la línea Gerona-Chacòn. Las paradas en Cuba eran uno de los lugares que causaban conflictos de intolerancia.

Regresamos a nuestro festival de la toronja, pues esa noche era maravillosa. Había mucha gente en las calles de Nueva Gerona, sobretodo en la calle 39 que era el centro cultural y comercial de la isla. Así como se esperaba, vinieron muchos árabes al gran cierre del festival. Parecía que sabían que nosotros regresaremos para vengarnos. Estaban bien vestidos y arrogantes: los varones usaban jeans muy ajustados, con decoraciones y cierres de fantasía. Muchos tenían el cabello negro ondulado que brillaba. Siempre andaban en pandillas, a diferencia de nosotros que solíamos andar en pequeños grupos de tres a cuatro personas. Estábamos en estado de observación donde cada combo esperaba a ver quien empezaba la pelea el primero.

Muchos años después, algunos pasamos a ser estudiantes universitatrios. Aquí en la cancha del Instituto superior politécnico de las ingenierías de La Habana (CUJUAE), listos para defender los colores del Congo, pero en el fútbol esta vez.

Eran las 7:00 PM cuando el combo de los esplendidos DJ del festival empezaron con la música. El Parque central "El Pinero", que se había transformado en una gigantesca pista del baile, se puso a vibrar cuando pusieron la famosa canción titulada "Azúcar", del grupo Pedrito y Los Van Van. A medida que se iba pasando el tiempo, estaban llegando más contingentes de nuestra gente. La confianza se estaba fortaleciendo en nuestras filas.

Alumnos saharauis de Cuba
Nuestro plan ya estaba todo establecido. Cuando empieza la batalla, todas las hembras y los varones más chiquitos como yo tenían que correr y refugiarse en el espacio del Cine Caribe, frente al Parque central u otra casa grande de tejas, justo al lado del cine, que tenía gruesas columnas para que nos sirvan de escudos. Algunos grandotes tenían como principal función de brindarnos protección.

Una alumna del Esbec # 15 de los namibios.

Sin embargo, el ambiente ya dejaba de cristalizarse y las dos partes se relajaron. Algunos congos se metieron en las largas colas de dulces, de bebidas o de parques de atracción para disfrutar del cierre del carnaval. Otros se dedicaron a bailar o coquetear con las chicas. Incluso vi a algunos compatriotas bromeando con los árabes sobre la riña de la noche anterior. Era tan linda la fiesta que a muchos de nosotros nos olvidamos de la bronca, y la verdad es que a mí me convenía también. Yo no quería lastimarme por bobadas de niños.

El parque central, teatro de la batalla. En esa época no había esos árboles ni las áreas verdes. Era solo un desierto cementado con pavimento de mármol, con bancos alrededor.

¡Mentira! Pues más abajo, por donde se vendían perros calientes, había un grupo de congoleses que habían participado en la pelea anterior y querían cobrarle a los árabes a toda cuesta. Empezaron a intercambiar improperios con una banda de saharauis que habían reconocido. Ese grupo era liderado por Inocente Dzokse, uno de nuestros chicos malos de esa época.

Alumnos preuniversitarios del Congo en 1989

Era cerca de las 02:00 de la madrugada cuando Sabin Avouambet le dio una buena galleta cubana a un saharaui. La peor batalla estudiantil de la Revolución Cubana acababa de comenzar. En una fracción de segundo, la pelea se extendió como un reguero de pólvora. Los golpes, las botellas y los palos comenzaron a volar por todos lados. 
La Calle 39, el epicentro commercial que conduce recto al parque central. En el fondo se puede apreciar la campana de la única iglesia católica que hay en la isla.

Se escuchaba gritos de las mujeres y el DJ paró la música. El parque central se vació por completo, dejando lugar para que los centenares de gladiadores que iniciaron la lucha. En pocos tiempos el parque se había transformado en una cancha de batallas sin cartel, donde uno pegaba a quién se movía. Angolanos, mozambicanos, caboverdianos, ghaneses... hasta los propios cubanos salieron corriendo. ¿Quién se atreve a quedarse allí y recibir un botellazo en la cara?
Alumnos de Ghana de la escuela # 22
En esa batalla me aprendí una cosa acerca del instinto humano, porque antes los cubanos y los árabes solían decir que todos los negros nos parecemos. Pero esa noche, los árabes sabían exactamente con quién era la vaina. No tuvieron ningún problema en distinguirnos de las otras comunidades negras, a pesar de una muy fuerte presencia de nuestros primos angolanos. Esto era por cuestión del instinto de supervivencia.

Un de nuestros muchachos tenía un pulverizador de pimienta de cayena que trajo de Congo. Lo roció en el aire y muchas gentes empezaron a quejarse de las picachones oculares. Yo me encontré en un estado de pánico, con los ojos que ardían fuertemente, y luego me froté los ojos con mis ropas.

El Ciné Caribe con su lobby nos sirvió de refugio a los que no eran aptos para pelear. Al otro lado de la calle estaba el Parque central.

Cuando mi visión se volvió a lo normal, vi a Oko Mesmin alias"Mezo Rambo" muy excitado. Con un palo en la mano dijo: "Pero ¿Quién es saharaui? ¿Quién es yemenita?" Elvis Epenita le respondió: "Mobali, bossana wana. Ezala atâ bainki, boma mundele tika moyindo! "(Olvida eso hermano, aquí tú matas a todo lo que no sea negro, aunque sea un cubano!"). Corrí hacia el vestíbulo del Cine Caribe, allí donde estaban las hembras y los más pequeños según las instrucciones del grupo. Desde esa ubicación nos pusimos a alentar a nuestros compatriotas que peleaban.

Vi al fallecido Jonas Poungaloki desatar todo su poderío físico sobre los árabes como un tanque. Ese muchacho era una fiera, era bien grandote y fuertón. Paraba el golpe con su brazo izquierdo y le entraba a uno con un derechazo que pegaba como un mazo de martillo. Cuando tumbó a dos árabes en el suelo, ya nadie se atrevía a enfrentarlo.

Un combo de alumnos de la secundaria del Esbec # 48. Con el signo de la victoria era Jonas Poungaloki "La Máquina".

En otro ángulo, veo a Bezengué Abo Mathieu, el "Bombardero de Suanké", con su amigo Obindi Fortuné, formando una pared común de escudo y atacando con patadas bien articuladas. Los yemenitas retrocedían.

La conclusión continuará...Bip…Radio Reloj….Bip… son las 11:59 PM….


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